lunes, 11 de julio de 2011

Amigas y parásitos

"Veremos a Isa por turnos", le dije a Javi una media hora después de que el predictor enseñara las dos rayas. Como los divorciados con sus hijos, yo tenía prevista una custodia compartida de amiga para no hacerle pasar por un suplicio de mocos, papillas y lloros que no había elegido. 
Tenía previsto dejar al bebé un par de horas con su padre para escaparme con mi amiga a tomar un café. Pensaba también en las ventajas: "cuando en casa todo gire alrededor del niño, va a ser genial tener a alguien con quien desconectar". Javi también estaba contento con el reparto. A él le tocaban las cervezas y las copas con ella. A mí los caracoles. Las cenas en su casa presentaban el mayor punto en conflicto. Hasta el momento, ninguno de los dos piensa ceder un milímetro a ese respecto. Tendremos que pelearnos cuando llegue el momento.
Reconozco que fui una cobarde cuando le di la noticia de mi embarazo, pero no sabía cómo decírselo en persona. Días después, cuando por fin nos vimos, yo iba dispuesta a obviar el tema completamente y ella me sorprendió con un abrazo de enhorabuena y una sonrisa en la cara.
La he escuchado renegar de la maternidad mil veces desde que la conozco. "El embarazo es un estado parasitario", suele decir y tuve que darle la razón la tarde que me agarraba la frente mientras yo vomitaba en plena calle a causa de mi estado. "No busques comprensión en mí", me dijo cuando terminé, "sarna con gusto no pica".
No puedo evitar reírme cuando Isa dice las cosas que dice. Porque es graciosa. "A mí me gustan los niños", asegura, "cuando están sentados, callados y leyendo". Y yo me toco mi barriga, recientemente abultada, sabiendo que la probabilidad de que el hijo que para dentro de cinco meses y medio se entretenga sentado en silencio, es de una entre un millón.
La custodia compartida parece una buena solución al problema. Cómoda, efectiva. Buena para Javi, para Isa y para mí. Pero resulta que cada vez me apetece más que mi hijo tenga cerca una persona como Isa que pueda enseñarle valores que yo no tengo tan arraigados como ella. Sé que si no lo hace Isa, no encontraré a nadie capaz de contarle a mi hijo los cuentos de Las mil y una noche con ese entusiasmo, porque no conozco a nadie que ame la fantasía como lo hace ella. Necesito a alguien cerca que le explique a mi niño los entresijos del Monkey Island y que le ayude a comprender el complejo universo de Harry Potter. Y cuando no tenga ni idea de cómo hacer para que el niño se coma la fruta, necesitaré que Isa traiga a casa esos pasteles en los que camufla como nadie manzanas y melocotones entre chocolates, bizcochos y canela.
Y resulta que quiero que le hable de Justicia, de libertades, de honestidad y de honradez. Resulta que la necesito para hacer del parásito que llevo dentro una buena persona.
Y ella, Isa, se me antoja cada vez más necesaria para esa tarea cuando escribe cosas como esta:
http://toloquesemenea.blogspot.com/2011/07/mamas.html?spref=fb 

3 comentarios:

  1. Muchas gracias, tengo las lágrimas en los ojos. Intentaré estar ahí, pero si llora, no prometo nada. En general, me gustan los niños cuando callan y están como ausentes. Sigo pensando que es un estado parasitario, pero la tuya es un parásito al que quiero y no ha nacido todavía, qué le vamos a hacer. Será que yo también soy humana. Y mira que me jode.

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  2. "Me gustan los niños cuando callan y están como ausentes". Tengo que reírme, Isa de mi vida.

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  3. Soy pava por partida doble: Por no haberlo leído hasta ahora y por estar llorando como una enana. Ay¡¡ Besos a las 2.

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