viernes, 6 de enero de 2012

Mirar a las estrellas

Te retrasas, Clara, respecto a la fecha prevista casi una semana. Había soñado que llegarías antes de tiempo para alegrarnos estas navidades tan raras en las que tanta falta nos ha hecho un poco de risa. Los días han ido pasando lentamente y yo he arrancado, a veces malhumorada, las páginas de un calendario gastado ya de tantas vueltas que le he dado a lo largo de estos nueve meses.
Había albergado la esperanza de que nacerías antes de fin de año para disfrutar al menos de una comida sin la amenaza de los temidos ardores. Apenas me has dejado dormir este último mes y me siento tan pesada que no entiendo como puedes seguir estando cómoda aquí dentro.
El médico me dio una explicación razonable a tu tardanza. Dice que con el peso que tienes lo normal es que ya me hubiera puesto de parto pero la manera que has tenido de encajarte en mi pelvis hace que no inicies el recorrido que existe desde mi vientre a la luz. Al parecer, los bebés se sitúan de cabeza, con la cara mirando al suelo para salir al exterior empujando con la coronilla. Tú lo has hecho al revés, de manera que cuando salgas no verás los pies del médico como todos los niños hacen, sino que te encontrarás con la luz brillante de la lámpara del techo. Esta rareza, que hace que no estés colaborando nada cada vez que yo tengo una contracción, me preocupa y me angustia porque pienso que el tiempo se agota y que no puedes pasarte aquí dentro ya más de una semana.
Sin embargo, se me ocurre que este pequeño capricho que has tenido al colocarte de cara me ha permitido soñarte más que cualquier ecografía que te hayan hecho a lo largo de estos nueve meses de embarazo. Me gusta pensar, Clara, que naces mirando hacia arriba porque esperas encontrarte con las estrellas en lugar de con el techo brillante de una habitación de hospital. Me gusta pensar que miras hacia arriba porque tienes prisa por ver las nubes, la luna, el sol, el mundo... Me gusta pensar que, aunque vayas a nacer en una época en la que parece que todo se desbarata, te niegas a agachar la cabeza y a hundir tus ojos en el suelo. Me gusta soñarte rebelde y libre. Soñadora. Curiosa. Intrépida y valiente.
En este sueño me recreo y me entretengo cada uno de los días que te demoras en llegar. Esperando que cuando abras tus ojos pequeños y nuevos encuentres el amor y la impaciencia por quererte que hay en los míos.