lunes, 24 de enero de 2011

Lunes de enero

Hay días que son lunes, de espíritu y de calendario. Todo coincide, el lunes se enluna y  desenlunarlo resulta imposible. El despertador suena a lunes, salgo de la cama y el agua de la ducha sale lunes, congelada como este día de enero, triste y perezoso. Salgo a la calle y veo el lunes en las caras de los niños. Y se oye el lunes en el claxon impertinente de los coches. 
En el trabajo toco el lunes en los pomos de las puertas, en las teclas enlutadas del ordenador. Escucho el lunes en las voces de todas las personas que me cogen el teléfono. Y no deja de ser lunes siquiera a la hora del almuerzo.
Por la tarde el lunes se pavonea y me abofetea en la cara con su lúnico pasar de un tiempo que parece detenido.Y es entonces cuando más lunes me parece. Imagino el café del martes, el flamenco del miércoles, la cita del jueves y la del viernes. Me concentro y trato de enjuevar o enviernar el lunes todo lo que puedo. Pero el lunes ha aprendido con el tiempo a evitar la desenlunación y se ríe de mí con su gélida risa de lunes de invierno.
En casa las paredes rezuman lunes por los huecos que les deja la pintura. En la tele es lunes. En la nevera y en el telediario.
El lunes me aluna y me anula cuando preparo la cena. Me pongo mi pijama de lunes, mis calcetines de lunes y me tiendo a esperar a que vuelvas con mis ojos de lunes clavados en la puerta.
Entonces apareces, con la cara cansada por un día que parece haber sido tan duro como el mío. Sonríes,  me besas los labios de pasada y te sientas a mi lado distraído como siempre. Miro la hora y las manecillas no han marcado siquiera las once de la noche. Pero ahora estás tú y el lunes por fin se ha convertido en martes. 

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